El «que-que-que» nasal y monocorde del Torcecuello Euroasiático es uno de los cantos que anuncian el mes de abril. Cuando descubren un emplazamiento favorable, los torcecuellos se adueñan de él, expulsando a los pequeños pájaros que se hubieran instalado antes.
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Los torcecuellos, aunque pertenecen al grupo de los picos, no agujerean los árboles para obtener alimento ni para instalar el nido; en lugar de ello, utilizan su larga y rápida lengua para extraer insectos de la corteza.
Cuando el torcecuello justifica mejor su nombre es cuando se le sorprende en el nido. Eriza entonces las plumas de la cabeza encuadrando con ellas los ojos, de una manera extraña, mientras que el cuello gira lentamente, estirándose y encogiéndose; al tiempo, el ave silba como una culebra encolerizada. Esta mímica asusta sin duda a muchas aves cavernícolas, ya que les recuerda a sus enemigos hereditarios, las serpientes predadoras de huevos. Los torcecuellos desaparecen a finales de verano, migrando de noche hasta los trópicos.
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